Es lo que deberá tener quien quiera ver florecer un ágave. Lo hace por única vez, y con ello, la planta se extingue.
Yo la tuve.
La planté en la primavera de 1986 y luego de veintiún años de espera, me premió con estas dos majestuosas flores.
Paciencia le faltó a mi vecino, para ver cumplido ese ciclo natural.
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