En tren de celebrar el "Día del Maestro", en varios programas radiales instaban a la gente a recordar a los suyos, generando una lista interminable de menciones a "la señorita" tal ó cual.
De las maestras de la primaria, que de eso se trataba, mi memoria seleccionó a la de sexto grado en la Escuela Nº22 de Bahía Blanca, Señora Dora Plotkin de Griskan.
No sé si porque era lo establecido, o por iniciativa propia, pero se preocupó de prepararnos para el importante paso que íbamos a dar al año siguiente, al ingresar al secundario.
De entrada nomás, nos sacó de la comodidad del Manual del Alumno Bonaerense y nos obligó a buscar y leer libros para cada una de las materias.
En las antípodas de mi consideración quedan las monjas del Colegio Marina Coppa, pobrecitas reprimidas y castradoras, que amargaron mi primera etapa escolar. Las que a mis 6 y 7 años me atormentaban con imágenes del infierno en el cual, seguramente, algún día me quemaría, del momento en que, para ellas, casi todo era "pecado".
Estudiar con los mejores...
Uno de los tantos balances realizados al cumplir los 60, me demostró la fortuna que tuve, a lo largo de los años, de poder estudiar con instructores que, en lo suyo, fueron muy destacados.
Si de homenajear se trata, del paso por la Escuela de Ciclo Básico, elijo recordar a su mentora y directora, la Profesora Haydeé Biocca. Sigo sosteniendo que la enseñanza que recibimos en esos tres años(1963, 1964, 1965) fue de mayor avanzada que la impartida a nuestros hijos, treinta años después.
En el Bachillerato de la Escuela Normal, el encargado de enseñar "Instrucción Cívica", la materia que nos inculcaba los deberes y derechos, emanados de nuestra Carta Magna, fue el Dr. Federico Baeza, a la sazón Intendente constitucional de la ciudad, justo en el año en que fuera destituído por golpe militar (Onganía-1966).
Tal vez la máxima expresión en cuanto a mi suerte de conocer grandes maestros y el profesor cuyo recuerdo motivó, originalmente, el contenido de este post, es el Dr. Juan Alberto Rocatagliatta, uno de los geógrafos más importantes del país, sino el más, con quien cursé Geografía Turística Argentina, en la Universidad de Mar del Plata.
Viajaba desde Buenos Aires, para darnos esa clase, a la que concurríamos con sumo agrado los sábados por la tarde, y que generalmente comenzaba dibujando en el pizarrón, de memoria, el mapa de Argentina con su división política (las 24 provincias)
La primera influencia que recibí en esta materia, se la debo reconocer a la Profesora Rosa Vargas de Brandauer, que ya en el secundario nos enseñaba geografía proyectando fotografías de sus viajes.
En un curso privado, para especializarnos como Guías de la Patagonia, profundizamos como nunca antes la historia de la región, con el apasionado y riguroso aporte de la Dra. Mabel Cernadas de Bulnes .
Con la euforia de la vuelta a la democracia, en 1983 y 1984, participé de dos cursos destinados a la "Revalorización de las Culturas Indígenas Regionales", dirigidos por el Dr. Rodolfo Casamiquela, el reconocido y multipremiado paleontólogo y antropólogo de la Patagonia, que dedicó su vida al estudio de las lenguas y culturas originarias, en contacto con sus genuinos representantes.
En materia de menor enjundia, pero con una capacitadora de la mayor jerarquía, el Curso de Ceremonial y Protocolo que hice con la Sra. Maria del Pilar de Burga Ferré, que por entonces (1985) organizaba actividades del Presidente de la Nación Dr. Raúl Alfonsín.
Para finalizar, volviendo a la adolescencia, una mención para el Profesor de Folklore Jorge Gestoso, con quien aprendí a bailar chacarera y, yendo más atrás aún, a mis doce años, la gratísima experiencia de cantar en un coro, bajo la batuta del Maestro Héctor Valdovinos, concertista de piano.
Hoy, con el correr de los años, ambos son ejemplo de dilatadas y prestigiosas carreras en el ámbito cultural bahiense.
Son los verdaderos lujos que me dí en la vida...
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