Nada original voy a decir si hablo de la belleza de San Martin de los Andes.
Esa perla de la Cordillera patagónica ha crecido sin perder su estilo.
Habitantes y funcionarios parecen haber sido tocados por una varita mágica.
Normas de edificación que se cumplen a rajatabla.
La estética es un bien común que todos tratan de plasmar en sus casas y jardines.
El tránsito es milagroso. No hay un solo semáforo, sin embargo al llegar a las esquinas, los vehículos se detienen para dar paso a los peatones.
Y si se ve algún conductor apurado que no respeta la regla, seguro que es un recién llegado.
Al segundo día ya va a estar adaptado y manejando como se debe .
Pero mi mayor deleite esta vez, fueron sus árboles. Ese arbolado urbano, diseñado con inteligencia y conservado con sabiduría, que ha crecido notablemente, me deslumbró, al volver después cinco años. Van aquí solo algunas de las muchísimas fotos que tomé.
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